Drexler presentó en el escenario de L´Espai, durante dos días seguidos y con las entradas agotadas, el espectáculo ‘Mi guitarra y vos’, a solas con su guitarra, para darnos un recital de canciones auténticas. Empezó con un tema de Kiko Veneno, “Volando voy”. Le siguieron “Transporte”, “Eco”, “De amor y de casualidad”, y el tango “Se va, se va, se fue” -haciéndonos partícipes como coral- con un mensaje de optimismo ‘si todo empieza y todo tiene un final hay que pensar que la tristeza también se va’.

El cantautor uruguayo se recrea en todo momento con diferentes sonidos y ritmos para acompañar sus historias, algunas cotidianas, otras de amor, y a veces crítico con la realidad que nos rodea. Así, en “Guitarra y vos” nos muestra los valores esenciales en contra de tanto materialismo, alcanzando el lenguaje su máxima expresión. O en “La edad del cielo”, donde no somos más que una gota de luz o una estrella fugaz.

En este instante, aparece en escena, como artista invitado, Sergio Makaroff, guitarra acústica en mano, para cantar a dúo “Igual que siempre”. La conexión de Jorge con el público está fuera de toda duda. También su naturalidad y capacidad de improvisar el orden del repertorio. Así como de adaptar temas a su propio terreno. En este caso, transforma en milonga, la rumba “Toíto Cái lo traigo andao” de Javier Ruibal.

Drexler, como ciudadano de ningún sitio, clama contra todas las muertes del mundo en “Milonga del moro judío”, otro de los temas donde el texto adquiere especial protagonismo. Suena “Al otro lado del río”, la canción que le ha dado el reconocimiento mundial. Compuesta y grabada en pocas horas, por encargo para la banda sonora de la película ‘Diarios de motocicleta’, será interpretada en la ceremonia de los Oscars por Antonio Banderas y Carlos Santana. Sólo a los americanos se les puede ocurrir que no pueda cantarla el propio compositor.

En “Fusión”, de nuevo el amor, como refugio, vuelve a ser el mejor antídoto a todos los males e injusticias. El cantautor, afincado en Madrid, rememora su pasado en su Montevideo natal, en “Aquellos tiempos”, y nuevamente sabe hacer partícipe al público y ganarse su complicidad. También ocurre con la historia del “Tamborero”, donde el ritmo es un fluir en toda la sala. Y donde Drexler, al igual que en “El pianista del gueto de Varsovia”, trata, con sus historias, de mantener viva la tradición de generaciones pasadas.

La última parte del concierto transcurre con un público entregado. En “Polvo de estrellas” vuelve a tratar sobre lo efímeros que somos. El amor, como energía renovable, en “Todo se transforma”, y en “Antes”. “Sea” muestra una pausa en el camino. “Frontera” debería ser la patria del ciudadano y olvidarse de tanta vanidad. Drexler, artesano del lenguaje y de la química, cierra el concierto con “Don de fluir”. Cada uno recibe lo que da. Y no cabe duda que la canción “Al otro lado del río” le sitúa en la élite musical. Pero Jorge Drexler tenía el mismo talento hace unos meses. De hecho, parece que lleve toda la vida encima de un escenario.