Buena parte del público que llenó La Paloma tenía muchas ganas de fiesta, de baile y de palmas, tantas que cuando se apagaron las luces para anunciar la salida de Omar Faruk Tekbilek y su banda la sala registró un clamor más propio quizá de una gran estrella de rock que no del, por otro lado, inigualable músico turco. Con semblante humilde y agradecido, Faruk tomó asiento en el centro del escenario rodeado de dos músicos a cada lado, percusión y guitarra por uno, kanun -1- y teclados por otro.

El sonido afilado del ney -2- de Faruk fue abriéndose paso a través de la cortina de humo que envolvía al conjunto. Los poco habituados a melodías tan delicadas empezaron a impacientarse y los murmullos se propagaron por toda la sala. Me pregunto qué coño pensaban que habían ido a ver. No fue fácil abstraerse de tanto alboroto. Tampoco ayudó demasiado la iluminación. Sobraba luz y faltaba educación, lo que rebajó considerablemente el ambiente místico tan característico de las actuaciones del músico de Adanali. Y es que el arte de Omar Faruk va más allá de lo puramente musical. La manera tan espiritual que tiene de entender la música ("Music for me is not something to show off. It's my life. It's the shortest path to God. Playing is prayer for me" -3-) hace de sus conciertos una experiencia única.

El de La Paloma fue, pese a lo dicho anteriormente, una pasada. Combinación perfecta de sensibilidad, virtuosismo y ritmo. La emoción con la que Faruk canta y toca los diversos instrumentos que domina revela el sentido profundo y místico de su obra. Algo que quedó claro desde el principio con la interpretación de "Sufi", una bellísima canción de aire fúnebre en la que Faruk parece mantener un diálogo con Dios. Empezaba fuerte la cosa.

Le siguieron piezas instrumentales mucho más alegres, como la maravillosa "I love you", y trepidantes, como "Red skies" o "Crescent moon". De su último trabajo, "Tree of patience", dió a conocer dos de los temas más festivos "Elation" y "Karam". Los miembros del grupo se entendían a la perfección y transmitían un buen rollo increíble. En este sentido, el kanun, punteado con maestría por Bahadir Sener, brilló con luz propia.

El público acompañó con palmas los temas más animados vibrando especialmente con aquellos en los que el poderosísimo sonido agudo de la zurna -4- era el protagonista: "Wildflower", "Karam" y "Shaskin", entre otros. Melodías sinuosas, penetrantes, sensuales, de irresistible efecto hipnótico.

Ya en la recta final, llegó uno de los momentos estelares de la noche. Faruk cambió la zurna por la darbuka -5- e inició un duelo apasionante con el percusionista al que cedió finalmente todo el protagonismo en un solo de caja que dejó atónito al personal. Era la hora de "Imaginary traveller", una de las mejores piezas del repertorio de Faruk en la que el sonido flotante de su ney -6- contrasta con el acelerado ritmo del resto de los instrumentos. Un tema en el que todos ejecutan un solo, impresionante el del guitarrista, innecesario por aburrido el del teclista.

El viaje tocaba a su fin. La historia de amor de "Shinanay", una canción popular del folclore de Turquía y Grecia, fue la última parada. Faruk se despidió bendiciendo a los allí presentes y proclamando el amor hacia todas las personas. Como he apuntado al principio, lo de La Paloma fue mucho más que un concierto de música. God bless you!

-1- cítara tradicional de Oriente Medio. -2- flauta tradicional de la música turca y persa. -3- declaraciones recogidas en el libro del recopilatorio de Celestial Harmonies "Dance into Eternity. Selected Pieces 1987-1998". -4- oboe tradicional de Oriente Medio. -5- tambor en forma reloj de arena utilizado en el Norte de África, Turquía y Oriente Medio.

Para más información: www.omarfaruktekbilek.com