Sólo un año han tenido que esperar los seguidores de Barcelona para volver a ver a Opeth en directo. Aunque algunos consideren que no tienen ningún interés por el poco espectáculo que ofrecen, volvieron a llenar la sala Apolo por segundo año consecutivo, con un público dispuesto a deleitarse tan sólo con su música. Los teloneros fueron los rockeros británicos Amplifier.

Este trío británico que se consideran post-classic rockers, ya que siguen la línea de personajes como Bowie, The Police o The Who, mezclado con guitarras distorsionadas. Tocaron seis temas pertenecientes a los dos álbumes que tienen hasta el momento, “Amplifier” e “Insider”, entre los que destacaron “O Fortuna”, “Neon” y “Panzer”. Aunque le pusieron ganas no me pareció un grupo acertado como telonero de Opeth, el público casi ni parpadeó.

A las 22h salieron los cinco miembros de Opeth a escena, sobrios excepto el frontman y cantante Mikael Åkerfeldt que fue el único que habló y bromeó con el público. El concierto empezó con un tema de su último álbum “Ghost of Perdition”, un tema de diez minutos y pico que combina voces guturales con tonos más melódicos. Aparte de la larga duración de las canciones, se diferencian por ser un grupo muy técnico musicalmente hablando que combina a la perfección los cinco instrumentos que lo componen, con muchos cambios de ritmo y sin que una nota suene más alta que otra, además de tener poca letra.

Entre tema y tema Mikael bromeó con los asistentes diciendo que sabía que sus temas eran muy largos y que no quería ver a nadie mover la cabeza, pidiéndonos que bostezáramos. También hizo una demostración de lo que serían los acordes de las canciones de Opeth (oscuras, con temática sobre la muerte, la naturaleza, la depresión…) y los de las canciones alegres. Todas estas bromas las hacía con voz grave y sin mover ni un músculo de la cara, al más puro estilo Eugenio (saben aquell que diu…).

Otro de los temas más destacados fue “The Grand Conjuration” que volvió a cautivar al público, en todo momento respetuoso e incluso pidiendo silencio si alguien alzaba un poco de más la voz. Después de retirarse del escenario y volver a salir para los bises, Åkerfeldt hizo que el público auto presentara a cada miembro de la banda gritando su nombre. Para el octavo y último tema rogó que esta vez si que movieran las melenas al ritmo de “Deliverance”.

Aunque el setlist tuviese tan pocos temas, el show duró alrededor de dos horas. Tanto su directo como su repertorio tengo que calificarlo de excelente, que sin duda repetiré en su próxima visita. De momento son la única banda que he visto en directo que haya sido capaz de tener al público tan calmado y a su vez tan entregado a sus canciones.