Por fin Udo Dirkschneider se ha tomado su carrera en solitario en serio. Bien, no quiero decir que antes no lo hiciera, pero asistir a uno de sus conciertos era como ir a la gran fiesta Accept, en los cuales basaba prácticamente el repertorio. A estas alturas tampoco vamos a descubrir el talento del pequeño teutón, pues desde su debut en el ´87 nos ha ido entregando material nuevo regularmente e incluso, como los grandes, posee un doble en directo. Pero él, “erre que erre” con su antigua banda. Cierto que sus fans lo agradecen, pues Accept fueron (son) una de las mejores bandas de heavy metal de todos los tiempos.

Y llegó el momento y contra todo pronóstico, en esta nueva gira le da prioridad a su banda actual en detrimento de su antiguo grupo. Por supuesto demostró que su poderío es muy superior a la media de bandas actuales y lo dejó bien patentado con su última entrega “Mission X”, sonando atronadoramente en un Apolo a medio llenar. Con un montaje escénico inédito en una sala de estas características, ya que las dimensiones del escenario no eran las adecuadas para el despliegue técnico que usan en sus directos: pantallas, focos, multitud de bafles, batería alzada sobre tarima…y lo mejor de todo, un gran sonido. “Mission X”, “24/7” o “Mean streak”, en el cual Udo salió disfrazado como en el clip, fueron algunos de los nuevos temas que presentó junto a clásicos como “Animal house” o la muy coreada “They want war”. Entre medias, “Princess of the dawn”, como único guiño a Accept y los típicos y aburridos solos de guitarra y batería. Y claro está, para los bises, fin de fiesta con esos clásicos ya inmortales como son “Metal heart”, “Balls to the wall” y “Fast a shark”.