¿Cuál es la desgracia que acarrean Flaming Sideburns en este nuestro país para que los pinchazos de público estén a la orden del día? Si no recuerdo mal, esta era la tercera vez que actuaban en Barcelona y en todas, el ambiente mostraba un paisaje desolador. Cuando una banda es incapaz de llenar la sala pequeña de Razzmatazz, es que algo no funciona. Culpa de los fineses no puede ser, por que si bien no gozan de la aceptación de otras bandas escandinavas como Hellacopters, Turbonegro o Glucifer, su propuesta es igual de interesante y su directo no tiene nada que envidiar al de estos.

Con Eduardo Martínez al frente, la banda subió al escenario con una frialdad pasmosa, igual que la del público, que a pesar de los intentos del argentino para crear algo de calor, se mostraba con una pasividad total. Fueron cayendo canciones de todos sus álbumes y cuando nos dimos cuenta aquello terminó. Una escasa media hora que a pesar de la desgana de todos nos dejó alucinados. Pero amigo, los bises ya fueron otra cosa. Durante media hora consiguieron darle la vuelta a la tortilla y aquello dio un giro radical. Todos los músicos parecían haber despertado y junto a ellos todos los que estábamos frente a las tablas.

Cierto es que a partir de ese momento fueron cayendo sus mejores temas y como premonición ante lo que venía interpretaron una excelente “Save rock ´n´roll”. La presentación de los músicos al más puro estilo futbolero daba paso, como no, a “Loose my soul” y entre banderas argentinas y finlandesas, el público en su mayoría de estas nacionalidades, crearon un interludio con “Lucille” que dejaban a todo el mundo casi satisfecho. Algunos minutos más se hubieran agradecido.