Critica del concierto de Sigur Rós en Club Sant Jordi (Barcelona) el 13 de Noviembre de 2008La mas completa agenda de conciertos y bares, asi como la biografia y discografia de los principales grupos que tocan en Barcelona.
    

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Sigur Ros
Sant Jordi Club
13/11/08

Texto: Jorge Rodriguez - Fotos: Tatiana Moret
Foto: Rockimprès

Entradas agotadas. Público de todas las edades, también algunos rubios con pinta de islandeses. Y yo me pregunto, ¿cómo coño hay tanta gente que conoce a un grupo que ni siquiera es de la Tierra? Porque Sigur Ros hacen música de otro mundo, de otro planeta, de la Tierra Media, del País del Hielo... Sus sonidos no son ni siquiera humanos, o tal vez son... demasiado humanos.

Hay grupos de rock y luego está Sigur Ros, con su actitud shoegazing en directo, mirándose los pies, o permaneciendo tranquilamente de pie como si no fuera la cosa con ellos. Un pianista pasional, un bataca que lleva una corona de cartón, un bajista minimalista y el líder, Jónsi, un guitarrista que a veces toca con el arco de un cello, y cuya impresionante voz está a medio camino entre un gato y una sirena. Y esta vez sin cuarteto de cuerda ni sección de viento, ni Bjork.

¿Cómo son los Sigur? poéticos, pasionales, intensos, excesivos, para volar sin drogas ¿Qué hacen? Post-rock, shoegazing, noise, minimalismo, dreampop, ambient, incluso, pese a quien pese, rock progresivo.

A las 10:15h. el público se vuelve loco cuando aparece el grupo tocando “Svefn-g-englar”, uno de los temas más escuchados en su galaxia. Subidón total. Como diría Woody Allen, daban ganas de conquistar Polonia. Jónsi ataca la canción con su arco de violonchello creando un denso y duro ambiente noise que envuelve el escenario. Luego baja la intensidad hasta niveles de Cowboy Junkies. “Tyoowoohoo!!!!”... comienza la letanía que sugiere campos de helada desolación islandesa. Jónsi acerca la cara a la guitarra y canta a través de su agujero. La voz que sale no es la de ningún ser vivo conocido hasta ahora, parece provenir de algún abismo marino. Jónsi aguanta y estira la voz hasta casi morir asfixiado...” Tyoowoohooooooooooo!!! Días después, saboreando de nuevo la canción en Youtube, encuentro dos comentarios de fans: “la música más intensa que he oído”, “qué grandes sois, cabrones”.

Luego llega “Ny Batteri”, con toda una declaración de principios white noise, pero sin llegar a la pesadez de los Sonic Youth. Durante un instante da la impresión de que el cantante está pasando la aspiradora por el escenario, pero es sólo una ilusión provocada por su cuerpo encorvado que toca frenéticamente con el arco de la guitarra hasta casi rozar el suelo. Mientras, en el fondo del escenario se proyectan diferentes imágenes en negativo de diferentes zonas del escenario, de los instrumentos, de los músicos... ya que todo está plagado de mini cámaras.

“Glósóli” es una de sus piezas más típicas, mezcla de lo emotivo y lo épico. Con ella nos vuelve a pasar lo que sucedía cuando escuchábamos a Echo & The Bunnymen, sin darnos cuenta parecía que éramos transportados a la cima de una montaña helada (tal vez por eso los conejitos siempre llevaban abrigo largo...) El ritmo, como no, repetitivo. El sonido, muy bueno, salvo algunas pequeñas saturaciones del bajista, que por cierto trabaja menos que el diseñador de Google.

A estas alturas del concierto los fans ya babean entregados mientras algunos snobs se van al bar, agotados de tanta emoción, porque ya han cumplido viendo un poquito al grupo de moda entre los gafapastas. Y eso que ahora estaba cambiando el tercio hacia terrenos más popis y alegres, como “Vio spilum endalaust” e “Inní mér syngur vitleysingur” (no aseguro que esté bien escrito...). Es curioso, porque Sigur Ros saben componer sus famosos himnos preglaciares pero también tontorronas cancioncillas pop, son capaces de ir del barroco más manierista al pop más infantil. Como son de otro planeta....

De pronto, parece que estemos en pleno chiquipark de IKEA: empiezan a aparecer grandes globos azules y el público empieza a tirar confeti y pompas de jabón. Todo es muy naif, muy relajado, muy agradable. No hay crisis ni existe Bush.

Pero ahora toca ponerse un poco dark, vuelve el arco del cello, el batería aporrea el goliat (el bombo gótico, ya sabéis), el guitarra se retuerce sobre la guitarra, desesperado, sufriendo sólo y angustiado dentro de su iglú sonoro. “Saeglopur”, al piano y la marimba, nos recuerda a las composiciones minimalistas de Wim Mertens, aunque al final vuelve a aparecer el ruido blanco. Jónsi, una vez más, no canta, entona lamentos sobrehumanos.

En “Starálfur” Jónsi hace un nuevo alarde vocal, sostiene la voz cuánto y como quiere. Mientras nieva confeti, el bajo repite una y otra vez su ritmo monótono (lo hará a propósito? se lo acaba de comprar y aún no lo maneja bien?)

De pronto, Jónsi se transmuta en Jon Anderson. Y un sinfonismo tipo Yes aparece en el Sant Jordi mientras otra vez (esto es agotador) me veo flotando por el cielo blanco o por los desfiladeros medievales que salían en las portadas de “Tales from Topographic Oceans” o “Relayer”, aquellos discos de Yes que compraban vuestros padres (no existía eMule) mientras intentaban (eran unos horteras) subirse sus pantalones de campana más y más arriba, ajenos al inmenso placer que se consigue llevando pantalones caídos para enseñar los Calvin Klein. La canción, claro, habla de elfos y esas cosas.

Vuelven los ritmos repetitivos e hipnóticos, casi velvetianos, el bajista se pone el mono de trabajo y empieza a aporrear su instrumento con una baqueta rítmica. Cada vez tengo más claro que Sigur Ros no son un grupo de música, son una marca, un grupo-experiencia, que se diferencia mucho de los demás grupos que hay aquí en la Tierra. La influencia del modo de cantar de Bjork también aparece bastante obvia, toda su música es como una inmensa y sublime banda sonora para un documental de géiseres, icebergs y focas árticas Con “Gobbledigook”, sin embargo, vuelve el pop tontorrón, el público la acompaña con palmas, salen algunos percusionistas y el confeti inunda el local. Fenomenal.

El primer bis es una nana en clave Dream pop, y el segundo la inmensa y asombrosa “Untitled #8”. La sombra de los músicos se sigue dibujando en las paredes laterales, ayudando a crear un ambiente fantasmal y psicodélico, la guitarra acústica acompaña el desarrollo de la canción, vuelve el goliat gótico, voces fantasmales e hipnóticas van repitiendo himnos de guerras perdidas hace muchas eras, letanías tristes, oraciones que resquebrajan los glaciares....

Yo hace ya rato que he entrado en vibración y finalmente me desintegro en mil pedazos mientras todo se derrumba a mi alrededor. Ahora soy sólo energía y estoy flotando en el espacio exterior. Sigur Ros aplaude desde el escenario, yo (como puedo) les aplaudo también. Luego volvemos en platillo volante al Planeta del Hielo. Todo es blanco. 24:00h.

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Foto: Rockimprès





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