Vuelta de Dickey Betts a Barcelona, el que fuera fundador de los míticos Allman Brothers, repasó durante más de dos horas (incluído un descanso de 20 minutos), el cancionero Allman más varios temas de su discografía en solitario junto a los Great Southern, banda que lo ha tenido ocupado desde finales de los 70. Tras su recordado concierto en la Sala Bikini de hace 4 años, largamente esperado y que sació la ansiedad de los fans que habían estado años sin poder verle, en esta ocasión, ya con 68 años, volvió a demostrar que mantiene en los dedos de su mano izquierda el feeling y el virtuosismo que lo encumbran dentro de los mejores guitarristas en la historia Rock.

Al entrar en la siempre adecuada Sala Apolo, buen presagio al ver la disposición de la banda, con dos baterías respaldando a los tres guitarras, bajo y teclista que se situan en primera línea, como si de un viejo show de los Allman se tratase. Así se suceden largos temas, con desarrollos instrumentales marca de la casa, alternando Dickey solos con el formidable Andy Aledort, guitarrista que complementa a la perfección la labor de Dickey, relevándolo o cubriéndole cuando su jefe se explaya a las seis cuerdas. El hijo de Dickey, Duane (llamado así en homenaje al mítico Duane Allman), permanece en un discreto segundo plano, tomando protagonismo en los contados momentos en los que su padre se lo permite. Así se suceden los temas, largos y dinámicos, muestrario de la tradición que perdura en las manos de Betts: blues, folk, soul, rock'n'roll, pasado por el aire sureño que impregna el ambiente, manteniendo viva la llama.

El repertorio, basado en temas compuestos por Betts en los Allman Brothers, se inició con la instrumental “High Falls” y tuvo puntos álgidos en clásicos como “Jessica” o “You Don’t Love me”, donde el teclista Mike Kach se hace cargo de las voces para dar un respiro a la garganta del guitarrista (curioso por cierto el parecido físico de Kach con Gregg Allman). En la bluesy “Southbound”, se sumó a la fiesta el ex M-Clan Santi Campillo, compartiendo escenario con una de sus influencias y alternando punteos con el maestro. Después del descanso donde aprovechamos para tomar una cerveza, más Allman con “Back Where It All Begins” y momento para el lucimiento de los baterías con sus respectivos solos, y es que estamos en un concierto de Classic Rock. No se hicieron odiosos como de costumbre, e incluso nos dieron algo de oxígeno para disfrutar la traca final. Así, “In Memory Of Elizabeth Reed” y una ralentizada “Ramblin’ Man” pusieron punto y final al bolo, dos pedazos de historia de la música americana, que animaron a corear estribillos al público, media de edad cercana a los cuarenta, que medio llenaba la Sala Apolo.

Una gozada ver a estas alturas a un tipo como Dickey Betts, que sigue en la carretera tras más de 40 años en el negocio, sin la misma energía como es normal, pero con la capacidad de transmitir su legado con dignidad. Tras haber visto recientemente a Gregg Allman en este país, podemos marcar la cruz al lado de uno de los nombres más significativos e influyentes del rock de los setenta. Un concierto de la formación que gira actualmente como Allman Brothers tampoco estaría nada mal, cruzemos los dedos.