Coincidiendo con nuestro recién renovado vasallaje, se acercan a España los New Christs. Unos estrenamos rey pasmado y otros un audaz nuevo disco llamado “Incantations”. Qué mejor manera de celebrarlo todo que acudir a su actuación en el Almo2bar de la plaza Joanic, una sala que yo sepa inhabitual en el circuito de conciertos de "ruok" y en la que estaría bien repetir por su buen sonido y su ubicación en el meollo condal.

Abrieron la velada Tesseire, el personalísimo proyecto en lengua occitana de Marc Teichenné, conocido por su trayectoria al frente de los tremendos Rippers. Respecto a estos, no han mutado al cock-rock precisamente, al contrario, inciden en seguir desarrollando canciones oscuras bajando el tempo e inundando la sala con riffs obsesivos y atmósferas sonoras construidas alrededor de ensimismados arpegios. La banda suena realmente poderosa y compacta, en una suerte de invocación de unos Wipers y Nirvana aun más privados de serotonina.

Mas allá de etiquetas y de su estatus de leyenda del aussie-rock mas aguerrido, New Christs son todavía en 2014 una banda plenamente operativa en lo artístico y propietaria de un repertorio que le roba la merienda a cualquier “Greatest Hits” que se te ocurra. Con un público expectante, salen a degüello con un Rob Younger desatado y rabioso. La última vez que le vi performear fue hace como 8 años con unos reaparecidos Radio Birdman y no le recordaba tan entregado y en su salsa como en esta ocasión, “younger-than-yesterday” como diría Matías Prats.

Entretanto la banda ejecuta sin tregua clásicos como “Like a Curse”, “Born out of Time”, un “I Swear” media vida esperado por un servidor, los cinco épicos minutos de “The Burning of Rome” con Brent Williams alternando las 6 cuerdas con el teclado, y el otro guitarrista Dave Kettley abriéndose paso entre el “maelstrom” sónico a base de líneas melódicas de aerodinámica prestancia y arrebatadora belleza. Aún alternando temas más lentos, la intensidad del concierto no baja un ápice y se les ve disfrutar con la respuesta del público, se marcan un “Till the End of the Day” de los Kinks a la que sienta como un guante la fuerza expresiva de la voz de Younger, contrastando con sus amanerados bailoteos y una forma de mover el bullarengue que me resulta extrañamente cool.

Tras algo así como una hora y media se despiden con un escueto bis, al final del cual un espontáneo reclama a gritos que sigan tocando toda la puta noche porque “wi ar mediterranian pipol”, que supongo no entenderían, de lo contrario no hubiesen podido negarse a la fuerza de tal argumento.