Nick Waterhouse es uno de los máximos exponentes del omnipresente neo-soul, a pesar de su juventud, cuenta con tan sólo 28 años, y de poseer un par de LP’s, el segundo de los cuales, “Holly”, se acercó a presentar. Las fantásticas críticas recibidas, su debut “Time’s All Gone” fue proclamado disco soul del año por la revista Mojo, y su aparición en el Primavera Sound del año pasado, ayudaron para que el cartel de “no hay entradas” se colgara en Music Hall. Curioso el tirón que generan estos artistas revival, al atraer tanto a los más puristas de los sonidos 50’s y 60’s como a otro tipo de público guiado más por los sonidos en boga del momento.

El cantante y guitarrista de Los Ángeles se presentó acompañado por hasta siete músicos más, donde destacó la preciosa voz de una guapa corista, quien con sus movimientos otorgaba el contrapunto al “nerd” con pinta de empollón que es Waterhouse. Así, sobrevolaron principalmente el nuevo disco, con temas como la inicial “High Tiding”, “This is a Game” o “Sleeping Pills”, recuperando ese R&B bailongo que incita a mover los pies, siempre con buen gusto y estéticamente impecable. La sección de vientos aporta al conjunto y ayuda a que los temas despeguen, centrándose la guitarra de Nick en marcar el ritmo. Recuperaron la cover “I Can only Give you everything” de los Them y lo más destacado de su debut como “Say I Wanna Know” y “Some Place”. Sin duda, el tipo sabe componer buenos temas, con la mirada puesta en aquellos elegantes soulmen, esos que tanto te invitan a perder la cabeza bailando como a hechar unos tragos con un oscuro tema de fondo.

De todos modos, a este tipo de shows se les debe pedir más, y es que en ningún momento el californiano logró poner el local patas arriba o caldear el ambiente como estos sonidos deberían contagiar. Es una sensación común a otros bolos presenciados como el de Alabama Shakes del verano pasado, falta chispa, y se acaba en un sí pero no. Todo correcto y en su sitio, pero Waterhouse debería dar más y conseguir empatar más con el público. Así, aunque disfrutamos con el saber hacer de los saxofonistas, de una banda compacta, del clímax alcanzado en momentos puntuales del show y del toque personal que se imprime a una música con las vistas puestas en el pasado, no calificaría el concierto por encima del correcto.

De este modo, tras algo más de una hora abandonó el escenario mientras su banda acababa con el último de los temas, bonito ritual, rubricando un buen concierto de un artista interesante que nos puede deparar muchas alegrías en el futuro. Su buen hacer como compositor y productor dentro del soul y del jazz, desde su tierna adolescencia, no deben más que congratularnos, viendo el panorama actual de la industria. Esperemos que sigan apareciendo este tipo de artistas por mucho tiempo.