Los de La Elipa han alcanzado merecidamente el status de leyendas del rock hispano durante el presente siglo, tras una carrera que, durante sus ya 40 años de existencia, ha sufrido puntuales desgracias y, durante demasiado tiempo, el no reconocimiento a nivel masivo de su indiscutible relieve e influencia. Reivindicados por nuevos y viejos compañeros de carretera, mediante la reciente grabación del directo “Vivo y Salvaje” en el antiguo Palacio de los Deportes madrileño, han reafirmado el valor de su legado, y se han embarcado en una gira conmemorativa que los presenta como supervivientes de un modo de entender el rock’n’roll en este país, que no ha conocido sucesor. Barcelona siempre los ha acogido bien, y por ello actuaban por primera vez en un cargado Apolo, como Johnny se encargó de subrayar, ante viejos amigos y fans de toda la vida, listos para recordar esos temas que han marcado una vida y otros nuevos que no desentonaron en absoluto.

Esta segunda juventud a nivel de popularidad se ha visto acompañada por otra a nivel artístico, sin duda la mejor vez de las que los he podido ver. La inclusión de un segundo guitarra y saxofonista ha dotado a Burning de un sonido mucho más rico, con las canciones mejor perfiladas respecto a cuando se presentaban sobre las tablas sólo los cuatro tipos que forman el núcleo de la banda. Así, con la inicial “Madrid”, inicio de su primer LP, entramos por la puerta grande en ese mundo de seres nocturnos, barrios obreros y personajes urbanos que tan bien describen los Burning, con el calor eléctrico de la banda. “Rock’n’Roll Mama” también nos situaba de inicio en aquel primer disco, mezclándose con otros más nuevos como “Tú te lo llevas todo” o “Jack Gasolina”. Johnny sigue tirando del carro, ya sea tras el piano o frente al micro, sigue dominando el cotarro, sus historias entre temas engrandecen el encanto que destilan sus canciones, añadido como digo, a la frescura que ha supuesto la entrada de Nico Álvarez apoyando en las seis cuerdas a Edu Pinilla, quien ya lleva más de 20 años a bordo.

Al igual que en el aún fresco disco+DVD, se vieron arropados por algunos amigos, como el plumilla y cantante de los Schizophrenic Spacers, Sergio Martos, quien como un terremoto tomó el mando y se movió por el escenario mientras cantaba “Jim Dinamita”. Más tarde sería otro referente del rock de la capital, Josele Santiago de Los Enemigos, quien les respaldara en “Esto es un Atraco”, con un Johnny más socarrón que nunca contándonos la historia que hay tras este clásico, “sudándole el nabo” que ya la hubiéramos oído antes. La preciosa “Corre Conmigo”, dio un poco de respiro a medio show, de lo mejor de su “Pura Sangre”, su digno último álbum de estudio de hace un par de años, que fue representado también por la vacilona “Reina Azul” y ese pantanoso y bluesy “Demasiado Sucio”. “Baila mientras puedas” puso a la sala a bailar, uno de esos temas que quemé cuando los descubrí con “En Directo” en los noventa, al igual que “Ginebra Seca”, una de mis favoritas, y se dieron el lujo de tocar “I’m Burning”, su primigenio tema de 1974, su primer single del que mantuvieron ese inglés cantado con chulería madrileña.

El concierto se alargó hasta las dos horas, y para la recta final no podían faltar, aparte de la mencionada “Esto es un Atraco”, temas clásicos como “No es Extraño que tú estés Loca por mí”, “Mueve tus Caderas”, o el que es tal vez el mejor rock’n’roll compuesto en este país “¿Qué Hace una Chica como tú en un sitio como éste?”, con alguna lagrimilla entre los asistentes, que no dudaron en hacer suya la letra. Ya en el bis, y con Johnny acordándose de Risi, de Lou y de Bowie, “Una Noche sin ti” puso un emotivo punto y final antes que se encendieran las luces y todos los presentes hubiéramos recorrido la historia de una banda que en parte es también la de muchos. Ya lo explicó Johnny durante el bolo, resumiendo cómo había sido el día: habían parado a comer de puta madre en la carretera, habían llegado a la prueba de sonido para empezar a dar los primeros abrazos, habían compartido charla con viejos amigos que llevaban tiempo sin ver, y estaban rockeando en esa magnífica sala para un público estupendo, ¿qué más podía pedir?