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Joan Miquel Oliver |
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Pegasus
01. Marès a radial
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Después de finiquitar el proyecto Antonia Font, Joan Miquel Oliver ha probado todos los palos artísticos. Ha escrito libros, bandas sonoras y hasta ha formado parte del trío ecléctico formado por Ricardo Solfa, Quimi Portet y él mismo, y facturó un primer disco encantadoramente melancólico, “Bombón mallorquín”, con esta melancolía balear que no es tristeza sino una especie de saludable higiene mental, un poner espacio entre uno y lo que nos sucede, para cerrar de una vez por todas la puerta a tantos años de Antonia Font -uno de los mejores proyectos de pop en catalán de la historia. En esta segunda entrega, después de unos cuantos eps y otras rarezas, JM Oliver vuelve a la carga con otro trabajo exquisito -tanto como “Bombón mallorquín”-, pero quizás más feliz, más tranquilo, más relajado, fruto de una especie de madurez que no tiene nada que ver con hacerse mayor. No hay marcianos a los que se les va a acabar el chollo, ni bichos raros volando “perquè aquí ja no t'hi volen”. Hay turistas borrachas en las dunas y una chica con tubo y gafas y el pelo mojado, en la playa, “i tot és perfecte”. Según el mismo Joan Miquel Oliver, «Pegasus» (Sony Music - 2015)es una capsula de felicidad», y seguramente tiene razón. Todo en el disco es tranquilo y perfecto, nueve canciones pegadizas y serenas y un instrumental precioso, «Esferes», que parece el paisaje sonoro de un cielo nocturno, un baile de esferas que llena el Universo y que, aunque seguramente sea en realidad un rugido, escuchamos en forma de silencio salpicado por las cuerdas vibrantes de la guitarra de JM Oliver. No hay sorpresas: JM Oliver es ya un creador asentado, sólido, sin haber caído hasta el momento en ninguna pesantez pétrea. Un creador que siempre ha facturado perfectas cápsulas de felicidad en todos sus trabajos, fuera y dentro de Antonia Font, sin dejar de ser él mismo, con esta temperancia relajada tan balear, de la que seguramente el mar tenga su parte de culpa, bajo mil millones de estrellas. En este trabajo lo toca todo -ayudado en la producción y algún coro por Quimi Portet, el osonense inagotable, que también goza de una madurez envidiable- y consigue una lírica ligera, pero profunda y lúcida, como tiene por costumbre. Los ingredientes exactos de un combinado perfecto, genial para saborear observando pirámides de sal y marés cortado a radial, el paisaje balear más bestia, a la vez que evocador de la capacidad humana de transformar la naturaleza en algo, si cabe, aún más desconcertante, bello e imponente.
TEXTO - Jordi Torrent
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